1 Comentario - 11/03/2020
Por fin este año he conseguido que todos los astros se alinearan para poder hacer una sesión de Perdiz nival o Lagopodo alpino, sobre todo por la climatología de un lugar donde las imprudencias en ocasiones se pagan, para ello fui de la mano de unos buenos amigos y conocedores de esta sierra y sobre todo de esta especie tan singular y escasa.
Para llegar hasta la zona donde David Usero y Amadeo Molina saben que están tenemos que hacer una ruta de montaña con ciertos desniveles importantes, encima yo quería fotografiar a esta especie totalmente blanca con lo cual lo normal es que las condiciones aun sean peores, ya que suele ser en marzo o abril, fechas donde se supone que habrá mucha nieve, el ascenso fue para mí muy duro que no estoy acostumbrado a estas travesías de alta montaña cargado con el equipo, la cantidad de nieve nos hizo tener varias caídas sin importancia pero siempre con el corazón en un puño de no pisar una zona por donde pasara un reguero escondido por la nieve con el riesgo de caer dentro, el ruido del agua nos avisaba de este peligro, en la travesía también no nos faltó una tormenta de granizo ya casi en cumbre, donde poco sitios teníamos donde escondernos, unos truenos que dan pánico a esa altura, todo pintaba mal muy mal, pero al final paso rápido y salió el sol tímidamente, Amadeo Molina y yo encima íbamos con una rodilla tocada, en mi caso se me dio mejor que al socio, él lo paso mal pero conseguimos llegar.
Estuvimos como una hora y media intentado fotografiarlas, no fue fácil porque estaban en celo y no paraban quietas como es lo habitual, nos tocó patear la cumbre detrás de ellas un rato, la nieve nos tragaba en ciertos sitios, teníamos que ir tanteando con los bastones para ver la profundidad de la misma, el andar sin raqueta en ese lugar se hizo bien duro, mientras estábamos fotografiándolas la niebla nos iban comiendo el terreno, cada vez había más y cada vez estaban más a nuestra altura, el peligro nos acechaba, pero nosotros seguimos con la mirada en las perdices sobre todo yo que era mi primera vez que veía y fotografiaba esta especie, pasado un rato tenía el añadido de que apenas veía bien el monitor de la cámara, el reflejo y al no llevar gafas de sol quede de la vista muy tocado, apenas veía bien, con lo cual acabe haciendo fotos sin ver como estaban saliendo, no sabía si estaba exponiendo bien un bicho que es blanco como la nieve o como dicen estos buenos amigos es más blanco que la misma nieve y es verdad, me tenía estresado el no saber si ya tenía algo decente en la tarjeta de la cámara, con lo cual exponía de diferente modos para al menos garantizar algo, pero la oportunidades fueron contadas y solo una pareja se dejó acercar, gracias a ese momento que me permitió relajarme un poco y exponer a ojo y gracias a ese momento son la gran mayoría de estas imágenes que os enseño, por fin tenia fotos de Perdiz nival, o eso pensaba estando allí, sabía que hasta que nos las viera en el ordenador no debería tirar las campanas al aire, pero pintaba bien la cosa.
David vio llegar el problema y nos avisaba de que nos fuéramos bajando, pero yo me resistía, fue muy duro la subida como para dejarlas allí, que rabia, que poco tiempo con esta especie tan bonita, pero el aviso gordo no vino de David vino de las mismas niebla que en apenas unos segundos nos cubrió por completo dejándonos allí casi a ciegas, no se veía a más de 10 metros y se puso a llover, nos comunicábamos a gritos para saber dónde estábamos unos de los otros, eso nos hizo agruparnos y prepáranos para la bajada, las nieblas pasaron y se volvió a despejar viendo la bajada, menos mal porque no pintaba nada bien ese momento, allí dejamos las perdices en un lugar tan ALUCINANTE.
Mientras bajábamos nuevamente la niebla nos tapó todo, David intentaba no ir pisando nieve para así bajar más cómodos pero las condiciones no eran muy buenas y nos estaban retrasando mucho y al final decidió tirar a las bravas, recto hacia donde él creía que estaría nuestro destino, fue un rato de angustia porque David dudo por un instante y eso en ese sitio no mola nada, pero fue un rato de nada y enseguida se orientó y llegamos a nuestro destino donde teníamos el coche.
Fue una aventura grandiosa que gracias a David y Amadeo que no tiraron la toalla aun sabiendo que las condiciones climatológicas no eran nada buena para subir, arriesgaron por mí y desde aquí va mi agradecimiento infinito, salió todo bien y los tres pudimos disfrutar de una mañana llena de emociones.
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